Nos alojamos en Casa Amelie, una casa familiar donde sus dueños son majísimos y nos hicieron sentir como en casa. Prueba de ello era que el resto de habitaciones estaban ocupadas por gente que llevaba allí meses. Allí coincidimos con Reney y Paul (Holanda), y Alex y María (Alemania y Rusia). Eran gente muy maja con los que compartimos buenos momentos (como el pase a la final de España).
Huanchaco es una zona bastante tranquila habitada por los buscadores de olas, está plagado de surfers, entre ellos Paul y Alex, a los que todas las mañanas veíamos desde la terraza mientras desayunábamos volver con una sonrisa de oreja a oreja después de pillar unas cuantas olas.
Aparte de los surfers, podías encontrar pescadores locales que todavía utilizan sus caballitos de totora (embarcaciones tradicionales hechas de juncos).
En este tranquilo hostal descansamos a la espera del reencuentro con Javi, que después de un mes largo por Perú y Bolivia pasando frío también estaba deseoso de sol y playa... aunque creemos que vino porque nos echaba de menos, jaja :P
Este placentero descanso sólo se vio alterado por los deseos de Laura de visitar Chan Chan, una ciudad precolombina de adobe y bla bla blá... vamos que si eres un apasionado de la cultura Chimú igual te meas encima al verlo, pero al menos para mi fue una mierda. Yo lo definiría como un laberinto de barro reconstruido por la escuela taller de Trujillo, jajaja, qué manera de tirar por lo suelos a todo un reino. (Laura no es tan drástica pero la vi bostezar varias veces, jaja). Menos mal que nos hicimos pasar por estudiantes y nos cobraron la mitad :P
Atardecer desde nuestra terracita
Caballitos de totora
Atardecer en la playa
Surfer aprovechando los últimos rayos
El perro-cerdo: perro peruano sin pelo
¿Estará fría el agua?
No echamos tanto de menos España, jaja
Chan Chan y se acabó
Kiosco donde reparan pelotas
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