lunes, 16 de julio de 2012

Con un petardo en el culo

De nuevo tocaba cruzar la frontera, esta vez a pie para entrar en Colombia desde Ecuador. Normalmente este trámite es un coñazo pero esta vez fue demasiado. Resulta que en Ecuador sólo tienen una cola tanto para entradas como para salidas, y nada, pues al ritmo del son caribeño nos tiramos 2 horas  para salir de Ecuador y cruzar caminando el puente que separa ambos países.
Como ya llevábamos unas cuantas horas viajando decidimos hacer noche en Ipiales y de paso visitar el santuario de Las Lajas, otra demostración más de la riqueza inmerecida de la iglesia. La verdad es que es muy bonito, pero también lo sería si fuese un teatro ;).

A la mañana siguiente seguimos con nuestro maratón en dirección a Popayán, la segunda ciudad más importante en cuanto a estilo colonial se refiere. Y sí, una ciudad muy blanca y tal, pero no deja de ser una ciudad, bonita, pero en la que no perdería más de un día o dos. Lo más destacable las empanadas de Pipián con una salsa picante de cacahuete, ¡espectaculares!.

Después de dos noches en Popayán para darnos un respiro,  nos fuimos a Cali, la capital de la salsa en Colombia, y damos fe de ello, jaja. No pintaba muy bien la única noche que íbamos a pasar allí, al ser martes no había marcha en la ciudad (sólo de jueves a sábado), pero persistentes en la búsqueda, cuatro de los que nos encontrábamos en el hostal salimos en búsqueda de fiesta (Matt, Karen, Laura y yo), incluso llamamos al timbre de un hostal vecino para ver si se apuntaba alguien más (se sumó una argentina). Total, que lo que empezó con unas cervezas sentados en la acera, donde coincidimos con cuatro o cinco caleños, terminó en una fiesta improvisada en una casa donde aparecieron unos argentinos que viajaban en caravana y terminamos unos veinte bailando salsa (algunos intentándolo, jaja) y bebiendo aguardiente de anís (¡asqueroso!). Al final nos dieron las cinco de la mañana... así es Cali nos decían, cualquier excusa es buena para bailar salsa y montar una fiestecilla.

La última etapa finalizaba en Bogotá, para darle una sorpresa a mi hermana y a Josep Lluís, que llegaban para unirse a esta aventura por algo más de un mes. Esta vez nos dimos el lujo de coger un avión, woooow, y así adelantarnos a su llegada y recibirles como merecían: con pancartas que eclipsaban al resto de familiares que también esperaban. En la capital de Colombia sólo pasamos un par de días y nada a destacar aparte de lo enorme que es la ciudad y la salida que hicimos a cenar a Andrés DC, un restaurante bastante famosete en Bogotá.

Siguiente destino: el eje cafetero, pero esto ya otro día.

Fotos:

Santuario de Las Lajas

Vista desde la carretera

Paisaje Las Lajas

Almuerzo Popayán

Vendedora de fruta en Cali

Equipete en busca de salsa

Ya en Bogotá

Plaza Simón Bolivar

Restaurante Andrés DC





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