Como ya llevábamos unas cuantas horas viajando decidimos hacer noche en Ipiales y de paso visitar el santuario de Las Lajas, otra demostración más de la riqueza inmerecida de la iglesia. La verdad es que es muy bonito, pero también lo sería si fuese un teatro ;).
Después de dos noches en Popayán para darnos un respiro, nos fuimos a Cali, la capital de la salsa en Colombia, y damos fe de ello, jaja. No pintaba muy bien la única noche que íbamos a pasar allí, al ser martes no había marcha en la ciudad (sólo de jueves a sábado), pero persistentes en la búsqueda, cuatro de los que nos encontrábamos en el hostal salimos en búsqueda de fiesta (Matt, Karen, Laura y yo), incluso llamamos al timbre de un hostal vecino para ver si se apuntaba alguien más (se sumó una argentina). Total, que lo que empezó con unas cervezas sentados en la acera, donde coincidimos con cuatro o cinco caleños, terminó en una fiesta improvisada en una casa donde aparecieron unos argentinos que viajaban en caravana y terminamos unos veinte bailando salsa (algunos intentándolo, jaja) y bebiendo aguardiente de anís (¡asqueroso!). Al final nos dieron las cinco de la mañana... así es Cali nos decían, cualquier excusa es buena para bailar salsa y montar una fiestecilla.
Siguiente destino: el eje cafetero, pero esto ya otro día.
Fotos:
Santuario de Las Lajas
Vista desde la carretera
Paisaje Las Lajas
Almuerzo Popayán
Vendedora de fruta en Cali
Equipete en busca de salsa
Ya en Bogotá
Plaza Simón Bolivar
Restaurante Andrés DC
Precioso santuario. disfrutad y cuidaros.
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